Invocación y transustanciación

Supongo que todos lo que me leen se habrán dado cuenta que este blog funciona “por cabreo”, es decir, veo algo en las redes que me molesta, me callo, vuelvo a verlo, me callo, vuelvo a verlo… y escribo sobre ello. Para mí es casi terapéutico y, además, aprovecho para escribir de forma ligeramente constructiva para quien pueda leerlo.

La entrada de hoy tiene que ver con todos esos mensajes, post, entradas de blog, etc. que se resumen en:

“Hice un ritual/medité y la Diosa/Dios/espíritu del lugar/árbol/lo que sea, me habló y me dijo que…”

Vamos a ir paso a paso: Lo que esa persona nos está diciendo es que se sentó a meditar con una piedra en la mano, o que hizo un ritual sencillito, o que arrojó flores a un río mientras decía una pequeña oración ¡y la divinidad o una entidad decidió tener una conversación con ella!.

Asombroso, de verdad, realmente asombroso (acompaño estas palabras de tres aplausos deliberadamente lentos). ¿Qué quiere decir esto?

  • Opción A: Toda la gente que se dedica a practicar como canalizar, o a hacer evocaciones lo más cercanas a la presencia visible, o a trabajar con métodos como espejos negros y cosas similares en realidad no son más que unos cantamañanas inútiles que no tienen ni idea de cómo comunicarse con otras entidades o planos.
  • Opción B: El poder rezuma por los poros de tu piel porque… ¡TÚ eres especial!, y aunque otras personas necesiten canalizar y usar métodos similares TÚ no, porque TÚ tienes una conexión inexplicable con el más allá.
  • Opción C: No ha pasado lo que tú crees.

En el 99,9% de los casos la opción correcta es la “Opción C”, lo siento. Vamos a ver un poco desglosado cual es el motivo para que sea la opción C:

1.-Puede ser que el ritual, aunque sea una invocación, no haya valido para nada (y digo una invocación porque gran parte de lo que leo que hacen son invocaciones, pero sobre invocaciones hablaremos en la parte constructiva, no temas, ¡oh lector!): En este caso, todo el ritual habrá tenido el valor de un psicodrama. No debemos minimizar el valor y el poder del psicodrama porque permite liberar cosas de nuestro interior que de otra forma podrían estarse reprimiendo.

Pero claro, también puede ser que nuestro deseo de que las cosas salgan como queremos haga que, gracias al psicodrama, nos enviemos a nosotros mismos mensajes de “Todo va a ir bien”, y después si algo no sale como esperábamos vienen las dudas sobre si seremos practicantes eficientes o no. Pues en este caso no, no se es un buen practicante, porque el buen practicante no se autoengaña con lo que está sucediendo.

2.- Puede ser que el ritual haya funcionado y el/la practicante haya sentido un momento de conexión: Pues lo mismo que antes, un momento de conexión es un momento de conexión, el resto es basura mental que genera la persona (por muy bonito que sea lo generado).

3.- Puede ser que el ritual haya funcionado y el/la practicante haya conseguido traer a su interior esa energía: ¿Esa conversación mental que tiene es con la divinidad/entidad? No, sigue sin serlo. ¿Entonces porqué parece (a veces) tan distinto a su modo de pensar habitual? Porque se ha llevado a cabo una transustanciación –aunque sea muy leve- y sus procesos de pensamiento se encuentran alterados; por lo que, evidentemente, los resultados de esos procesos de pensamiento van a ser distintos. Lo bueno es que, al estar influidos por esa energía invocada, van a generarse más en sintonía con el objetivo final (pero aún así hay que seguir atent@s al autoengaño).

Ahora voy a entrar en lo que creo que es más interesante pero, aunque sea por fastidiar a toda esa gente que piensa que todas las religiones deben ser respetadas menos el catolicismo, voy a comenzar por hablar de la Misa Católica.

Desde un punto de vista mágico la parte más importante de una Misa Católica es la Comunión (si, jaja, el chiste de comerse el cuerpo de Cristo y el canibalismo, bla, bla, superoriginal, a la 400 vez que lo escuchas ya deja de ser gracioso para convertirse repetitivo, que cansina es alguna gente), y es importante porque se trata de una transustanciación –es decir, la transmutación de una sustancia en otra- que revierte sobre el feligrés/devoto con la ingestión de los elementos transustanciados. Lo explico en plan pagano sencillo: el sacerdote hace descender la energía crística divina sobre el pan y el vino sacramentales, convirtiéndolos en un puente entre la divinidad y quien consume la eucaristía; de modo que quien los consume está integrando esa energía divina en su ser. Es una integración ligera, tanto porque la mayor parte de la gente no tiene ni idea de en lo que está participando, como porque al no ser el devoto católico el que participa activamente en la transustanciación el acto mágico pierde fuerza.

(Transustanciación es una palabra que apenas veo que sea utilizada, pero que ahora esas dos mujeres que copian todas las ideas de mi blog para los suyos y sus muros de Facebook comenzarán a utilizar a partir de ahora. Y sí, es “transustanciación” y no “transubstanciación” según la RAE).

¿Y por qué os cuento todo eso del ritual católico? Pues porque, en realidad, cuando hacemos una invocación estamos haciendo en parte lo mismo. Invocamos -es decir, llamamos a nuestro interior- una energía y, por lo general, también pedimos que la presencia de la divinidad que desciende sobre nosotros nos conceda algún favor. Esa energía que invocamos se suma a la nuestra y nos transforma temporalmente, nos otorga –limitada y temporalmente- una capacidad y, obviamente, nuestra mente reacciona a ello cambiando brevemente alguno de nuestros procesos de pensamiento (dando lugar a lo que hemos hablado al principio de esta entrada).

Tomad cualquier Invocación que conozcáis (una bien hecha, no la de cualquier papanatas de facebook) y veréis que contienen siempre algo del estilo de “ven a mí”, “hazte presente en este rito”, “dame tu fuerza” o “entra en este templo de carne” (esta última es una fórmula muy de LHP y que conlleva unos aspectos filosóficos un tanto distintos a los habituales). Desde mi punto de vista las acciones mágicas con frase tipo “hazte presente en este rito” no tienen toda la fuerza invocativa posible y son más próxima a la bendición, pero eso ya son manías mías. Pero bueno, a lo que iba, como podemos ver se le solicita a la entidad (divina o la que sea) que entre en nosotros,  lo cual, salvo procesos de posesión, lleva a lo que mencionamos antes, a que parte de su energía, de su naturaleza, se transustancie con la nuestra.

¿Con qué intensidad ocurre esa transustanciación? Pues muy variable claro, porque depende de si quien realiza la invocación es consciente de la transustanciación, de si está buscando que se realice ese proceso interno como un método de evolución personal o no (esto es más común en el LHP), si está realizando la invocación como modo de “pedir algo”…

Y es que debemos ver que recitamos durante nuestro ritual y que proceso interno realizamos internamente durante ese ritual (por eso es tan aburrido, muchas veces, ver un ritual, porque lo importante está sucediendo por dentro). Casi todos los rituales invocativos tienen elementos comunes:

  • Menciones a los epítetos/funciones/naturaleza de la entidad (a veces de una forma inútil y extenuantemente larga).
  • Decirle que entre en el practicante.

Pero claro, si después de eso se le añade algo (“y dame poder para…”, “haz que…”, “dótame de…”, “transformame…”) la intención cambia, y en magia la intención es realmente importante.

Pues eso, se consciente de tu falibilidad, sé consciente de que el autoengaño es una posibilidad siempre presente, pero siempre, siempre, se consciente cada palabra que haces y cada acto que realizas durante un ritual, eso es lo que marca la diferencia. Por supuesto que se puede tener una conversación con una entidad, pero no es tan facil como «abrir el corazón» y decir cuatro palabras bonitas.

(Y sí, cuando durante un rito bendecimos algún alimento o bebida y luego lo consumimos estamos haciendo algo bastante parecido a la Comunión Católica, supéralo y sigue con tu vida).

Y nada más por hoy

Que tu viaje sea largo y extraño

Alauzlel

Deja un comentario