Órdenes y Templos como herramientas en tu crecimiento personal

Estaba leyendo esta entrada de «Diario de un Brujo» cuando, después de pensar en cuanta razón tiene Barzai en lo que escribe, me puse a pensar en el tema de las órdenes mágicas y el progreso personal. Y ya sabes, si me lees con cierta asiduidad, que hay veces que cuando me pongo a pensar en ese tipo de cosas tiendo a escribirlas.

La cuestión es que hay personas que idealizan las órdenes mágicas y la pertenencia a alguna cuando, en realidad, el requisito básico para entrar en una mayoría de ellas es el dinero, las cuotas anuales que tienes que pagar para recibir los materiales y pasar las iniciaciones (oh, wait, espera, te cobran las iniciaciones aparte). También las hay que no cobran nada, o que tienen una cuota anual simbólica que sirve para mantener la página web, los foros y todas esas cosas. El factor monetario no implica que unas sean mejores que otras. Es más, muchas de ellas se jactan de «no hacer proselitismo ni publicidad» y, sin embargo, tienen páginas web hechas con esa intención, páginas de facebook o perfiles de otras redes que están en abierto para que la gente pueda interactuar con ellas, etc, etc.

Y eso no es malo, es contradictorio por que en el fondo es «no hago publicidad, pero mira que genial soy, pide información». Pero es lógico, porque toda orden que no funcione mediante sistema de invitaciones tiene que nutrirse de miembros gracias a solicitudes, y si la gente no sabe que existen no puede solicitar la entrada, y si no solicitan la entrada no hay gente y las órdenes se extinguen. Curiosamente, las que funcionan por sistema de invitación tienen más miembros, la gente permanece más tiempo, los trabajos suelen ser más interesantes y la orden, en si misma, tiene una longevidad mayor. No tienen Templos físicos bonitos de los que presumir, pero tampoco los necesitan.

La realidad es que la pertenencia a un grupo u orden mágica es algo muy útil cuando comienzas tu periplo mágico. Esos son momentos de encontrarse frente a un mundo de posibilidades, de cosas que aprender y de cosas que experimentar, y el autoaprendizaje al principio del camino implica, como suelo decir, estar redescubriendo la rueda una y otra vez. Porque una orden o grupo mágico es una herramienta, en este caso una fuente de instrucción. Pero no te equivoques, no te hace ningún favor. Te enseña lo que cree necesario y desde su punto de vista, y a cambio tú le das vida a esa orden, haces que avance y, secundariamente (no es lo más importante) alimentas su egregora y si destacas les sirves de publicidad porque «mira que ha escrito uno de los míos».

Seguro que, de la frase anterior, te has quedado con lo de que alimentas su egregora, cuando lo más importante de la frase es que te enseña desde su punto de vista. Si tu punto de vista sobre la espiritualidad o la práctica mágica no concuerda con la de la orden en la que estás no es tu cometido adaptarte a ella, ni tampoco intentar convencer a los miembros de la misma con los que tengas contacto de tu punto de vista. En realidad el único cometido lo tienes contigo mismo. Sal de ahí. Practicar y avanzar con dudas sobre lo que estás haciendo es mentalmente agotador.

¿Y qué pasa cuando abandonas una orden? Nada. Ni odios ni venganzas. Nada. Esas cosas quedan para los pequeños grupitos en los que uno o dos de sus integrantes, henchidos de ego, se sienten traicionados por el mero hecho de que alguien no quiera someterse a ellos. Si ves que quien, o quienes, lideran tu grupo toman medidas expeditivas contra los que piensan un poco distinto, o intentan tomar medidas punitivas contra los que se van, ya sabes el lodazal tóxico en el que te revuelcas. Eso sí, cuando salgas de una orden hazlo en buenos términos: ni la orden ni tus compañeros de estudio tienen la culpa de que la orden no sea lo que tu esperabas, ni de que tú hayas cambiado y ya no estés en sintonía con lo que allí se practica.

Por otro lado, las órdenes suelen tener dos inconvenientes: la homogeneización y la institucionalización. Que todo el mundo practique lo mismo (o muy parecido) es útil y necesario en una orden, pero no suele facilitar la experimentación salvo que se aliente a ello (y las más clásicas no lo hacen). Lo de la institucionalización es más una cuestión de cansancio personal de tratar con ese tipo de gente. Uso la palabra «institucionalización» inspirado en la película «Cadena Perpetua» (no se como se llamará en otros países y no pienso molestarme en mirarlo), esa de Tim Robbins y Morgan Freeman. Allí había gente que se habituaba a vivir de una forma y luego no se sabía adaptar al exterior. En nuestro caso son gente que se pasan años y años intentando demostrar lo que saben para subir grado tras grado, se acostumbran a hablar con gente que también está intentando demostrar cuanto sabe y su conversación se convierte en un «mira lo que sé» continuo. Les suele pasar con más asiduidad (sé que aquí voy a ganarme el cabreo de unos cuantos, pero desde mi experiencia personal es así) a los Thelemitas y a los de la Aurum Solis (no a todos, pero sí a un cierto porcentaje de miembros de estas dos órdenes). Cualquier conversación sobre magia o espiritualidad con ellos, mientras no se «desprograman», es como tener una conversación con una wikipedia pedante. Yo tengo bastantes defectos como persona, unos intento corregirlos y otros, a mi edad, me dan exactamente igual (que os jodan), pero ese es uno que siempre he intentado evitar, porque se me quedó grabado a fuego lo que uno de mis maestros me decía: «Según Einstein no dominas un tema hasta que eres capaz de explicárselo a tu abuela, así que cuando expliques algo hazlo como si se lo explicases a tu abuela que practica magia»; y cuanto más pasa el tiempo más me alegro de intentar hacerle caso en ese aspecto.

A lo que iba. No hay nada malo en entrar en una orden, ni en salirte de ella. Ni estar probando varias órdenes a ver cual es la que más se ajusta a ti. Tú quieres estar en una en la que te sientas a gusto, y cualquier orden, excepto las que sólo se fijan en las cuotas anuales, quiere miembros que estén a gusto en ellas. Se trata de un quid pro quo.

Mi otra recomendación es que te fijes en lo que se enseña, no en sus líderes. Como bien decía Daemon Barzai en su artículo, algunos de ellos dejan bastante que desear. Y añado yo que viven de la fama de sus publicaciones pasadas mientras que las actuales parecen post de facebook ampliados y glorificados. Y todos sabemos a quien me refiero, quien quiera entender que entienda.
Tampoco intentes encontrar la perfección académica en sus obras: hay, por ejemplo, un autor cuyas obras me gustan en lo que intentan transmitir, pero que cada vez que se mete a hablar sobre cuestiones de historia antigua no puedo evitar pensar: «¿de dónde diablos habrá sacado eso que haría que cualquier arqueólogo o historiador se arrancase los ojos al leerlo?». Si te pones a fijarte a fondo en esas cosas no leerás a nadie, de modo que cuando encuentres ese tipo de cuestiones piensa en si los ejercicios de avance que te propone son eficientes o no, y después deja que cada uno piense lo que quiera.

Lo que intento transmitirte es que creo que los Templos y Órdenes son útiles y, en el fondo, son el motor que mantiene en movimiento el mundillo de la magia (que sí, que sí, que seguro que hay un autor que te gusta o que admiras y que no ha pertenecido a ninguna orden. Seguro. Pero también estoy seguro de que se ha formado leyendo libros escritos por personas que si lo han estado). Son una herramienta útil y necesaria. Son entornos de desarrollo. Pero nada más. No las idealices ni las desprecies, no serás mejor practicante ni por una cosa ni por la otra, sólo serás alguien que se define por ser un pro-algo o un anti-algo, y quien se define a si mismo por lo que le gusta o lo que odia es alguien a quien le falta precisamente eso, definición de si mismo.

Y ya he divagado (nunca mejor dicho) bastante por hoy.

Que tu viaje sea largo y extraño

Alauzlel

Deja un comentario