Formas del S.XX y del S.XXI

Siglo XXI

Hace ya un par de meses que no escribo en el blog. Como digo siempre, eso es porque escribo cuando creo que tengo algo que escribir. No intento ganar nada con él, de modo que no tengo que intentar publicar con cierta regularidad, sólo me limito a escribir cuando quiero contar algo, reflexionar sobre algo, o me apetece compartir algo que me parece interesante.

En este caso, a raíz de algo que he visto hoy, que realmente a vosotros os da igual lo que sea y que a mí dentro de unas horas me dará lo mismo, me puse a reflexionar y quiero compartir esa reflexión. Es una reflexión en alto, nada más. De las posturas que reflejaré quedará claro cual es la que me parece mejor (no lo esconderé), pero cada persona es libre de estar de acuerdo, o no, o de pensar que me equivoco, me dará exactamente lo mismo. Además estoy convencido de que, por supuesto, si crees que me equivoco es porque tú te equivocas 🙂

Una gran parte de órdenes mágicas «grandes» han bebido de la Masonería para configurar su estructura y forma de trabajar. No me refiero a los trabajos mágicos, sino a la forma de estructurar grados, templos y, en cierto modo, la forma de gestionar a los miembros; es algo lógico, ya que los fundadores (o refundadores) de un importante número de órdenes eran masones. Sé de lo que hablo, conozco la Masonería por dentro y conozco varias órdenes mágicas por dentro. Esa forma «heredada» de hacer las cosas no es buena ni es mala, es acorde al tiempo en el que se crearon y a un estilo de forma de entender las órdenes. Y lo mismo pasa con sus rituales y la forma de entender la «vida de Templo», que se entendían de una forma muy similar a la que se entendía la «vida de Logia».

Esto tenía muchas implicaciones, desde cómo y porqué se realizaban los rituales (desde las iniciaciones a los cambios de grado, pasando por todos los rituales de grupo) al comportamiento interno, en el que sí, todo el mundo es «hermano», o «frater», o «soror», pero en determinadas cosas el mandil que se lleve, o el grado que se tenga, te permite participar en unas decisiones u otras.

Quizás lo más representativo sean las iniciaciones (los cambios de grado no tanto). Una iniciación tiene dos vertientes: la de presentación del iniciado a unas fuerzas y otra de psicodrama.
De las dos, la de psicodrama era la que más se potenciaba antes (en el siglo XX, que ya va a hacer un cuarto de siglo que quedó atrás) y era, creo, la menos importante. Para presentar a un iniciado a las fuerzas que rigen una orden no es necesaria toda la parafernalia que se usaba (y en algunas todavía se usa), pero los defensores del psicodrama afirman que este es absolutamente necesario para poner al candidato en un estado mental adecuado.

Hubo un tiempo en el que también lo pensé, pero hace ya algún tiempo pienso que no es así.

Por supuesto que una iniciación en un entorno ritual, con energías fluyendo y circulando es impresionante y es efectiva, pero el tener al candidato desequilibrado, desorientado o ignorante, no lo hace mejor receptor de todo eso. Ok, en las iniciaciones masónicas eso tiene un cierto sentido porque comienzas a meter la simbología de forma vivencial; y además es divertido y con los años termina siendo objeto de historietas, sobre todo las del REAA («pues en mi iniciación…», «o en la iniciación de …. pasó…») , y quien le niegue un cierto aspecto lúdico en esas ceremonias miente como un bellaco (aspecto lúdico del que quien se está iniciando no es consciente hasta que ve una iniciación y la compara con sus recuerdos de la suya). Pero en las iniciaciones mágicas y cambios de grado, que también he pasado por unas cuantas, y siendo parte de los iniciadores en bastante más, el papel semi-pasivo mientras otros ofician estoy seguro de que no es lo que ofrece los mejores resultados. La tensión de la participación en algo nuevo de forma muy activa (no como un borrego coreante y que contesta preguntas viendo lo que otros hacen), de tener que ser capaz de hacer bien las cosas y, para ello, haber tenido que aprender y comprender lo que se hace y se espera de uno, es lo que te hace sentir que has dado un paso adelante, que lo has merecido de verdad, que esa nueva conexión que has ganado con las fuerzas a las que te has presentado (o te vas a presentar) son algo tuyo y no algo que te dan.


Al menos así fue para mí en mis primeros años en este mundillo de la magia. Hace ya más de 30 años de mi primera iniciación (tenía 17 años y ahora supero los 50) y la iniciación y cada cambio de grado en esa estructura iniciática me tomaron mucho estudio y esfuerzo. Mientras conocidos míos salían todos los viernes y sábados por la noche yo lo hacía sólo los sábados porque los viernes por la tarde noche tenía «clase», tanto teórica como práctica, y además, al menos una vez cada 10 días había ritual conjunto. Hacíamos «vida de Templo». Después, con el tiempo, me di cuenta de la suerte que había tenido, y aunque en otras órdenes obtuve grados con nombres mucho más rimbombantes (Magister Templi, por ejemplo, suena a que eres la repanocha) pero que hubiese cambiado gustoso por continuar con mi vida y aprendizaje en los términos de esos primeros años.

Actualmente, cada vez más por suerte, hay órdenes de todo tipo que han sabido ver lo fundamental, que es que la supervivencia y el crecimiento de la orden no dependen de su estructura, sino de sus miembros.

¿Pero no es lo mismo? Pues no, ni de lejos.

Si escuchas que eso no es de tu grado, o que tú tienes que hacer lo que los sacerdotes o los de grado más alto dicen, es que estás en una orden del siglo XX. Si escuchas que todo el mundo es igual, pero que la jerarquía es la jerarquía, es que estás en una orden del siglo XX. Si en tu grado vas a aprender lo mismo que todos y experimentar (de forma particular) lo mismo que todos con las mismas entidades, estás en una orden del siglo XX.

Si escuchas que todo el mundo es igual, pero que el trabajo importante es el que haces para tu desarrollo, estás en una orden del siglo XXI. Si escuchas que los grados son simplemente el indicador del trabajo que lleva hecho cada uno y en lo que está trabajando ahora, estás en una orden del siglo XXI. Si escuchas que los que tienen un grado más alto están para ayudarte en lo que puedan, porque ellos ya han pasado por ahí, no para decirte lo que tienes que hacer o para llevarte por un camino predeterminado, estás en una orden del siglo XXI. Si la orden está para apoyarte en las decisiones de desarrollo mágico que tomes, pero no para marcarte un camino, estás en una orden del siglo XXI.

Las órdenes de concepción arcaica buscan llevarte a un tipo de experiencias y conformarte a ellas. Las que buscan el desarrollo del individuo e impulsan que vivas tu experiencia mágica a rebufo de lo que otros creen mejor para ti, porque ellos saben más, porque son la jerarquía, son aquellas de las que tenéis que huir.

Las que te presentan a las fuerzas de la orden y luego te dicen: «yo te recomiendo esto, pero como lo hagas es cosa tuya, o si quieres hacer algo distinto también». Esas son las que tenéis que buscar. Porque son las que impulsan tu desarrollo, y las que en el cambio de grado te van a pedir que demuestres que has dominado ciertos aspectos, ya sean filosóficos o mágicos (o las dos cosas) del camino mágico, y no les importará cual sea el camino que hayas tomado, porque es TÚ camino, lo que les importará es que hayas obtenido el resultado y el aprendizaje que te permitirá ir más allá.

Es exactamente lo mismo que diferencia a un tutor mágico del siglo XX y a uno del siglo XXI. El del siglo XX intentará convertirte en algo como lo que era esa persona. El del siglo XXI después de conocerte un poco y enseñarte unas cuantas cosas básicas, tomará como cometido intentar darte conocimiento y apoyo en el camino que quieras recorrer.

Nota: Al releer la entrada antes de publicarla me doy cuenta de que apenas me he puesto gruñón. Será que me estoy haciendo viejo hasta para eso.

Y nada más por hoy.

Que tu viaje sea largo y extraño

Alauzlel

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